La tuberculosis no es una enfermedad del pasado. La Organización Mundial
de la Salud y el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la
Malaria advirtieron de la propagación de cepas multirresistente a tratamientos,
precisamente cuando el 24 de marzo se conmemoró el Día Mundial de la Lucha
contra esa enfermedad.
En un comunicado, ambos organismos alertan que la reproducción de las
cepas microbianas exige una inversión anual de 1,6 millardos de dólares, para
salvar la vida de aproximadamente 6 millones de personas, entre los años 2014 y
2016. Venezuela no está exenta de las variedades resistentes al tratamiento,
como se evidencia en la Memoria y Cuenta 2012 del Ministerio de Salud: el año
pasado fueron oficialmente tratados 32 individuos que presentaron formas
resistentes de la infección.
El abecé. La tuberculosis es una enfermedad infectocontagiosa producida por el
Mycobacterium tuberculosis, también llamado bacilo de Koch. Explica la
neumonóloga Lérida Padrón que esa bacteria se aloja, principalmente, en el
pulmón. Su acción da origen a una fuerte tos con expectoraciones, acompañada de
fiebre, sudoración nocturna y pérdida de peso rápida e inexplicable.
La tuberculosis se contagia mediante el contacto estrecho con quien la
padece, a través de las secreciones que emanan de la tos. "El bacilo viaja
en el esputo y es capaz de sobrevivir a la intemperie si queda, por ejemplo, en
el piso", apunta.
El tratamiento consiste en un coctel de bactericidas, que elimina los
microorganismos alojados en el pulmón. El Ministerio de Salud considera que los
antibióticos rifampicina, isoniacida, piracinamida y estambutol constituyen el
esquema terapéutico de primera línea; sin embargo, Padrón advierte que han
surgido en el país casos resistentes específicamente a los dos primeros
fármacos. "La bacteria no cede en el organismo después de dos meses bajo
medicación y al colocar el esputo en el microscopio se sigue observando
viva", señala.
La inmunidad del Mycobacterium tuberculosis no es muy distinta a la
resistencia que desarrollan otros virus y bacterias. Su fundamento es el
abandono súbito del tratamiento por parte del paciente, de acuerdo con el
epidemiólogo Alejandro Rísquez: "Para esta enfermedad se indican esquemas
de tratamiento de cuatro a seis meses. Cuando el enfermo se siente mejor,
abandona los fármacos y no regresa al médico; en ese momento, la bacteria se
hace inmune al tratamiento ya iniciado y no concluido, en lo que se conoce como
mutación. Así se crea una cepa nueva, más resistente, que luego es transmitida
por vía aérea, y continúa la cadena".
La terapia se indica por períodos prolongados, pues durante los dos
primeros meses se combate la presencia de la bacteria en el cuerpo.
Posteriormente, la medicación sirve para prevenir el resurgimiento del bacilo
con más fuerza, lo que se conoce como infección secundaria: una recaída en la
enfermedad. La resistencia descrita por la OMS abarca tanto contagios primarios
–sucedidos por primera vez, sin antecedentes-, como contagios secundarios, en
los que también puede haber inmunidad al antibiótico.
Causa y efecto
Las consecuencias de la proliferación de cepas multirresistentes son tangibles: tratamientos de segunda línea contra la infección son mucho más costosos, suelen ser inyectables en lugar de tomas orales y pueden prolongarse por aproximadamente 20 meses. Esto explica el aumento de la inversión solicitado por la Organización Mundial de la Salud, que alega en el comunicado que la reducción de 2% anual de contagiados, no es una cifra suficiente para retirar el alerta sobre la situación.
Las consecuencias de la proliferación de cepas multirresistentes son tangibles: tratamientos de segunda línea contra la infección son mucho más costosos, suelen ser inyectables en lugar de tomas orales y pueden prolongarse por aproximadamente 20 meses. Esto explica el aumento de la inversión solicitado por la Organización Mundial de la Salud, que alega en el comunicado que la reducción de 2% anual de contagiados, no es una cifra suficiente para retirar el alerta sobre la situación.
La prevención, explican los especialistas, es elemental: en primer
lugar, pacientes no deben suspender la medicación bajo ninguna circunstancia.
"Sabemos que el tratamiento produce efectos secundarios molestos, como
náuseas o dolor estomacal, pero eso es sólo al principio. Luego, las dosis
cambian y se reduce el malestar", indica la neumonóloga Lérida Padrón.
Quienes no tienen diagnóstico, pero presentan síntomas continuos durante 15
días, deben acudir al médico inmediatamente; en especial si se trata de
personas en situación de riesgo: que residen en hacinamiento, bajo condiciones
de poca higiene y con sistemas inmunológicos debilitados, como quienes viven
con VIH/sida.
La otra regla de oro, para todos, es cubrirse la
boca al toser, preferiblemente con el dorso del codo. En caso de hacerlo con
las manos, higienizarlas con agua y jabón constantemente. "Y olvidarse del
mito de que la tuberculosis es una enfermedad del siglo pasado. Nada más falso
que eso; existe y hay que prevenirla desde la primera infancia cumpliendo con
las vacunas indicadas", concluye el epidemiólogo Alejandro
Rísquez.
Fuente:
El Nacional 31
de marzo 2013 - 12:01 am
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